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El mundo se para en Cádiz por Carnaval. Y no es para menos. El mes de febrero permite a los gaditanos expresarse en forma de coplas y lanzar al pueblo todas sus proclamas. Las injusticias y desdichas, ya sean políticas, sociales o culturales, se guardan durante el año para soltarlas en las fechas más especiales de la capital provincial.

Fue el pasado viernes cuando se cerró la edición del Concurso Oficial de Agrupaciones del Carnaval de Cádiz. La chirigota “Amo escuchá (chirigota callejera)”, el coro “Los Martínez”, la comparsa “La ciudad invisible” y el cuarteto “Escuela Taller de Gladiadores del Pópulo” se han proclamado como ganadores en sus distintas modalidades. Un concurso que ha tenido varios momentos cumbre, como los respectivos homenajes tras el fallecimiento de un baluarte carnavalero como Julio Pardo Melero o la conexión inesperada y muy agradable que ha tenido la chirigota de Santoña con el público.

Pero el Gran Teatro Falla ya ha cerrado el telón y no volverá a abrirlo de forma carnavalesca hasta el próximo año. Sin embargo, la fiesta del Carnaval solo acaba de empezar. Ahora es el turno de las comúnmente conocidas como ‘ilegales’ o ‘callejeras’, y ahí es donde se encuentra la esencia.

Hay que destacar la atractiva propuesta – que les ha servido para llevarse el primer premio – de Jesús Selma ‘Melli’ y José Molina. En plenas tablas del teatro, lograron una simbiosis perfecta entre la reglamentación del concurso y la canallería que caracteriza a la calle. Una antesala de lo que se viene en los próximos días en la ciudad: los jurados ya han elegido a sus favoritos, y ahora le toca al pueblo, a la calle, decantarse por sus repertorios. Un buffet libre de coplas en las que poco o nada tiene que ver el tipo, el forillo o vainas por el estilo que sí contabilizan en el Falla.

Y es que en la calle es donde se encuentra la verdadera esencia del Carnaval. Es donde realmente una persona de fuera puede comprender el motivo por el que esta pasión no se puede explicar con palabras. El grupo puede conectar con la gente de forma mucho más accesible, donde el humor es mucho más pícaro, especializado y canalla. Toca disfrutar, de forma responsable, de una fiesta única en el mundo y que ha sobrevivido a múltiples intentos de censura. El Carnaval son coplas, no copas.

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