Aunque hoy estamos en la era de la tarjeta de crédito y las transacciones informáticas, hubo una época en que ciertas monedas dominaron el mundo. Y de qué manera. El real de a ocho es una de las monedas más especiales de nuestra historia numismática y, también tiene una peculiar relación con Cádiz. Una historia a caballo entre la veracidad y la leyenda pero que seguro todos queremos conocer. ¿Por qué es esta moneda especial? Y tiene que ver con un tanguillo que todos hemos cantado pero, ¿conocemos su historia real? Veamos.
La moneda española que dominó el mundo
Durante más de 300 años, la monarquía española se constituyó como una de las mayores productoras de monedas del mundo. Y si buscamos la moneda universal dentro del comercio de aquellos años, ese fue el real de a ocho. Además el modelo del real de a ocho fue uno de los más copiados y fue el origen del dólar estadounidense.
El dólar español era uno de sus nombres. También conocido como peso duro o solo duro, fue acuñado a mediados del siglo XVI y mantuvo su liderazgo hasta bien entrado el siglo XIX. Fue referencia para las divisas de los estados más poderosos de la época y en el comercio de los cinco continentes.
Fue una moneda de plata que acuñó el Imperio español después de la reforma monetaria de los Reyes Católicos en 1497, pero no se quedó ahí. En Estados Unidos fue moneda de curso legal nada menos que hasta 1857. Pero además, no solo circulaban por toda Europa y en América, sino también en Asia. Y es que los duros columnarios seguramente sean las monedas españolas más coleccionadas en todo el mundo.
La calidad de su plata de las cecas americanas, tras las conquistas de Perú y México, y el enorme volumen con el que se acuñó, hicieron que esta divisa fuera la más aceptada en todos los mercados internacionales durante la Edad Moderna. También circulaba esta moneda española en las Trece Colonias británicas de América del Norte mucho antes de que declararan su independencia. Y es que por la dificultad de las navegaciones en esas aguas, los reales de a ocho que se acuñaban en México eran mucho más accesibles.
En estos territorios, esta moneda española ya era conocida como spanish thaler primero y como spanish daller después. Finalmente se le llamó spanish dollar. Estas piezas se llamaban columnarios. Según la RAE esta es su definición: “Acuñada en plata en América durante el siglo XVIII y cuyo reverso tiene la representación de dos mundos timbrados de una corona entre dos columnas también coronadas y en el margen la inscripción Plus Ultra”. Por eso se dice que el famoso símbolo del dólar americano proviene de la S de spanish (español) y las dos barras de las columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar).
Para los coleccionistas, existen infinidad de modelos de real de a ocho, acuñados en múltiples años y en cecas de distintos continentes. Así que su disponibilidad actual va de absolutamente rara a relativamente común. Pero distinguir y coleccionar las múltiples variantes de esta moneda tan relevante es un bonito reto numismático para aquel que lo emprenda.
El misterio de los “Duros Antiguos”
Pues todo empieza con un curioso pero auténtico relato de piratas. Debemos situarnos en el año 1827 y el protagonista es el pirata gallego Benito Soto Aboal. La aventura de uno de los pocos corsarios españoles que consiguieron fama mundial, también por sanguinario, pero con final trágico unido a las playas de Cádiz.
Ese año, Soto Aboal decide amotinarse contra su capitán en el bergantín brasileño El defensor de Pedro. Y es con ello podría tener el control y asaltar a otros buques. Es así como el pirata toma navíos como el mercante inglés “Morning Stars” o la fragata estadounidense “Topacio”. Pero su lista no queda allí, otros muchos más hacen que sus riquezas sean cada vez mayores y su leyenda no deja de crecer. No tuvo piedad con ninguno que se puso en su camino.
En 1828, llegó a tierras gallegas para vender la mercancía a contrabandistas locales y rebautizar al bergantín con el nombre de Burla Negra. Una nombre para la historia.
Para terminar sus conquistas y poder retirarse, puso rumbo a la antigua Berberia, las regiones costeras de Marruecos, Argelia, Túnez y Libia. Quería para repartir el botín con la tripulación que quedaba, pero nunca sale todo según se planea. El barco se dirigió a las costas de Cádiz, pero al divisar el faro de la Isla de León, pensaron que era el de Tarifa, y terminaron embarrancados muy cerca de Cádiz.
Estos fueron unos hechos interesantes e intrigantes para investigadores y profanos. Por ejemplo, Francisco Javier Castro Miranda, autor gaditano y Enrique García Luque, cordobés publicaron en 2008 la novela “Los Diablos del Mar. La odisea de la Burla Negra” (Editorial Absalon). En ella se relataba estos hechos históricos de una forma fiel a lo que realmente sucedió. Además de incluir, por ejemplo, las sentencias a las que fueron condenados los piratas tras la causa instruida en el Tribunal Militar de las Cuatro Torres, también se relaciona a Benito de Soto con este misterio de “Los Duros Antiguos”.
¿Quién no ha escuchado alguna vez ese famoso tanguillo?
Pasaron los años porque ahí no había terminado la historia. En 1904 un pescador gaditano apodado “Malos pelos” enterrando los despojos de atún en la Playa de la Victoria encuentra en la arena una gran cantidad de monedas de plata. Eran aquellas de las gestas de piratas que, al parecer, continuaban su camino.
Ese tesorillo que se encontró aquella mañana arrastrado por la mar, provenía del lugar del hundimiento de la Burla Negra. Estaba formado por monedas de a ocho reales de curso legal durante el reinado del rey Borbón Fernando VI, acuñadas en México a mediados del siglo XVIII.
Estas monedas eran esas conocidas como las monedas «de ambos mundos», debido a que en su reverso figuraban esas dos esferas terráquea. Y a partir de aquel hecho, serían conocidas como «calderilla de Benito Soto» o «duros antiguos» por el parecido que guardaban con las monedas de cinco pesetas que estaban en circulación en aquellos años. Se recogieron unas 1.500 piezas de los años 1752 a 1755.
Un año después, en los Carnavales de 1905, el afamado compositor gaditano Antonio Rodríguez Martínez, conocido como «El tío de la Tiza», compone para su coro Los Anticuarios, ese tanguillo muy especial con el que hemos empezado el estudio de esta historia. Tiempo después se llamaría Los duros antiguos. Así se convertiría en la copla de carnaval más cantada desde entonces y considerada por muchos como el himno del Carnaval de Cádiz.
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