
Esta noche, Cádiz se viste de arte para recibir a uno de los suyos: Antoñito Molina. El cantaor de Rota vuelve a casa, y no de cualquier manera, sino para subirse al escenario del Estadio Nuevo Mirandilla, un lugar que promete convertirse en templo de emociones.
Antoñito no es solo un artista: es un corazón con acento andaluz, un trotamundos que lleva la tierra en la garganta. En cada verso suyo late el sur, ese que huele a salitre y a coplas. Esta noche será especial porque se reencuentra con su gente, con ese público que lo vio crecer y que ahora corea sus letras como propias.
“Yo soy el niño de Rota, trotamundo aventurero”, cantó en su pregón del carnaval, y ese niño vuelve ahora convertido en un fenómeno que llena estadios, pero sin perder el alma.
En su repertorio no faltarán joyas como Me prometo, una canción que habla de crecer sin perder la esencia, de prometerse amor propio, sueños y raíces. Ni tampoco el reciente éxito Me subo por las paredes, donde canta:
“No hay distancia ni razón que nos separe”.
La emoción está servida. No será solo un concierto, será una celebración de identidad, de amor, de ese vínculo invisible entre Cádiz y su hijo musical más romántico.
Antoñito lo dijo claro: “He mamao el carnaval como si fuera hijo tuyo”. Y esta noche, Cádiz lo abraza como a un hijo que vuelve a casa cumpliendo su promesa: cantar con el alma, por y para su gente.
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