A estas horas es imposible que usted no haya visto, leído u oído hablar del guantazo de Will Smith a Chris Rock en la gala de los Óscars. No sabrá probablemente que CODA ha sido la mejor película o que Jessica Chastain ha sido la mejor actriz en llevarse el galardón. Puede que sí sepa que cuando Will Smith recogió su estatuilla lloró tratando de dar una explicación a lo que había sucedido minutos antes: Su guantazo en plan caballero del Siglo XX o anterior para salvar el honor de su mujer, objeto de una broma de muy mal gusto sobre su alopecia.
A estas alturas no queda claro, yo tampoco lo tengo, quién tiene la razón y quién no. La violencia, injustificada en todo momento, abre el debate de si una broma de ese tipo es también violencia de algún tipo. Recientemente, el presentador David Broncano hacía una reflexión en el programa de Bertín Osborne sobre el mal gusto de algunas bromas y el “daño” que se puede hacer con el humor. Aquí, en este episodio ya para la historia, se enfrentan las dos realidades de un debate abierto en Estados Unidos pero también en el resto del mundo sobre dónde están -o deben estar- los límites habituales.
Y, claro, en un mundo donde hay que tener cuidado con lo que se dice, aún más. ¿Se imaginan si Chris Rock fuese blanco, en lugar de negro?. O, lo que sería peor, ¿qué pasaría si Will Smith fuese blanco y hubiera abofeteado a un negro?. ¿O a una mujer?. En los tiempos actuales donde hablar de feminismo suele ser complicado, donde respirar cuesta cada vez más y donde aparecen artículos nuevos en la gramática con el único fin de que todos seamos más “inclusivos”, se antoja difícil una solución al conflicto. Porque lo que sí parece claro es que el bofetón está mal pero la broma también.
En cada uno está el decidir de qué lado está. La Academia tendrá que ver también si el guantazo a mano abierta se merece la retirada del galardón e incluso la expulsión para los restos del actor americano, célebre por ser uno de los mejores de los últimos años con películas célebres taquilleras. Parece que la sangre no llegará al río, aunque podría haber llegado si el presentador de la gala no hubiera aguantado estoico y caballeroso (quizás consciente de que su broma había sobrepasado los límites) el bofetón; si hubiera respondido con otro y ambos se hubieran liado a puñetazos, estaríamos hablando de otra cosa más allá de: “Will Smith me ha abofeteado la cara”.
Es complicado de entender qué paso por la cabeza de Will Smith. Nos hacemos una idea en su discurso posterior, sus disculpas (no hacia Chris Rock) y su defensa a ultranza del amor y de la familia: “Se cometen locuras por amor” y él había defendido lo que más quería, su mujer, dañada y cuya cara lo decía todo. Jada Pinkett, invitada de lujo en todo esto y su alopecia autoinmune, motivo del chiste, han venido sufriendo -seguramente no nos lo imaginamos- mucho durante mucho tiempo. Una mujer con un problema de este tipo no debe contar con muchos ratos felices en su vida diaria y mofarse de ello, tampoco parece que deba ser gratuito.
Ahí entra lo de que “el humor todo lo puede”. Cura y sana, alegra los corazones pero también puede ser hiriente y sibilino. No sabemos si la intención del presentador fue tal, pero la respuesta de Will Carrol Smith bien vale, al menos, una justificación mejor encajada por el pobre presentador que por una crítica que sigue debatiendo en qué línea se puede cruzar y cuál no, para que no te crucen a ti la cara.
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