El coronavirus conocido como COVID-19 ha causado casi cuarenta mil muertos en España, según datos oficiales y casi un millón y medio en el mundo entero. Muertes, todas ellas, causadas por un virus para el que aún no hay una vacuna, a pesar del anuncio de la norteamericana Pfizer y que es tremendamente escurridizo y trágico en muchos casos de fallecimientos que siguen estudiándose. Una de las causas que, sobre todo al principio de la pandemia, sucedían de manera habitual era la falta de oxígeno en sangre de pacientes infectados que morían sin apenas darse cuenta.
Porque según los expertos, la falta de oxígeno en sangre afecta al funcionamiento de los órganos. Se conoce como hipoxemia y los médicos han venido catalogando estos casos como “hipoxemia feliz” refiriéndose a la situación de pacientes con Covid que no son conscientes de que el oxígeno en sangre es débil pese a que pueden respirar y hacer una vida completamente normal.
Se llama hipoxemia silenciosa o feliz porque uno de los órganos afectados es el cerebro que, en función de la gravedad de la hipoxemia, empieza a funcionar peor. Se contemplaron casos en varios hospitales españoles y sigue hoy día sucediendo. El virus entra en el organismo y empieza a eliminar oxígeno pero sin causar disnea, es decir, no existe una dificultad para respirar por lo que nada nos alerta del problema.
Por tanto, lo que se produce es que mientras se tiene la sensación de estar bien, en realidad se empieza a saturar por debajo de las cifras normales, que son bastante superiores a 90. Cuando los niveles están por debajo, cercano al 60 de saturación de oxígeno en sangre, la situación desemboca en algo trágico en muchos casos.
Es aún hoy un problema para los médicos. La condición hipoxemia silenciosa se ha popularizado en otros países como hipoxia feliz porque el paciente no presenta ni sufrimiento ni angustia que produciría una falta de aire. Aún se investiga por qué el virus consigue eliminar ese oxígeno en sangre y eso no aparece en una falta de respiración. En un artículo de El Español, se hacen eco de estas palabras: “Con neumonía o una embolia pulmonar no estarían sentados en la cama hablando contigo”. Son palabras del Dr. Mike Charlesworth, anestesista del hospital Wythenshawe en Manchester que reconocía también algo preocupante: “No sabemos si está causando daño a los órganos que no podemos detectar. No entendemos si el cuerpo lo está compensando. Simplemente no lo entendemos“.
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