Comenzamos el año con nuevas metas y nuevas rutinas. Y entre la lista de propósitos de año nuevo, las dietas que nos ayuden a perder peso o mejorar nuestra condición física. Son unos de los deseos que ocupan el primer lugar a lograr. Aprender a comer de forma saludable es uno de los propósitos más repetimos. Incorporar en la dieta alimentos antiinfamatorios y antioxidantes, por ejemplo, ayudará a mejorar la apariencia general y salud de la piel, mostrando un rostro con un mejor tono, una mayor luminosidad y un aspecto mucho más rejuvenecido.
Pero debemos tener cuidado y no dejarnos engañar con falsos mitos o nuevas modas. Y un caso concreto con los superalimentos, que están en nuestra lista de especiales, pero ¿lo son realmente?
Jengibre, cúrcuma, guanábana, chía, panela, bayas de goji, amaranto. Cualquiera los incluiría en su dieta y, sobre todo, por lo que hemos oído hablar de ellos. Se ha generalizado que su consumo puede servir para prevenir e incluso para tratar determinadas enfermedades, pero existen múltiples mitos sobre los superalimentos.
Están en boga pero, en realidad, no hay una descripción científica o legal que les de forma. Aun así todos queremos superalimentos que nos salven. Para la científica del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN-CSIC) Jara Pérez y autora de un nuevo título de la colección ¿Qué sabemos de? (CSIC-Catarata), los superalimentos se puede definir como “alimentos, generalmente con orígenes exóticos, que no se suelen consumir tradicionalmente y a los que se les atribuye grandes propiedades en salud. Parece que independientemente de cómo sea la alimentación de la persona en su conjunto va a mejorar solo por incorporarlos”.
No hay milagros
Y es que todos estos productos catalogados como superalimentos quizá se pueden sustituir por otros de la dieta habitual. Comer sano no es más caro. El término superalimento tiene una vida largo, apareció hace más o menos 15 años. Y el concepto como tal tiene una vida todavía más larga. Y en este caso, la idea fundamental debe ser clara. Y es que ningún alimento por sí solo proporciona todos los nutrientes necesarios. Incorporar uno de estos alimentos a nuestra dieta no servirá de nada si nuestros hábitos son incorrectos.
Otro factor muy importante a la hora de incorporar estos alimentos beneficiosos a nuestra dieta tiene que ver con las proporciones y conocer que cantidades pueden ser beneficiosas o perjudiciales.
También hay que saber que la creencia en los beneficios desmedidos de estos productos puede tener consecuencias. Por ejemplo, cierto consumo desmedido de estos alimentos puede derivar a daños hepáticos, obstrucción intestinal o formación de cálculos renales. Sin conocimiento no hay beneficio. En el caso de la sal del Himalaya, por ejemplo, tendríamos que ingerir de 50 a 600 gramos de este tipo de sal para que nuestro organismo absorba los mismos minerales que nos pueden aportar otros alimentos saludables.
Lo mejor es una apuesta por una mayor educación nutricional a todos los niveles y más información para el consumidor, sin duda. También a nivel de precios. Por que, un kilo de bayas de goji suele costar unos 15 euros, mientras que la misma cantidad de zanahorias vale algo más de un euros, y los efectos pueden ser los mismos.
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