Es siempre una gran noticia, en tiempos de pandemia, recuperar la normalidad en la apertura de negocios “no esenciales” que han permanecido cerrados durante veinte días, una pesadilla que se acerca al final del túnel.
Porque la hostelería es uno de los negocios más damnificados por la pandemia. Muchos hosteleros siguen sin entender por qué tienen que pagar los platos rotos en cada cierre de actividad, mientras otras actividades permanecen abiertas. Es el caso de la Isla de San Fernando que ha reabierto sus bares y restaurantes, también otros comercios, pero que vive con el miedo de que “en quince días como esto vuelva a subir, lo mismo nos encierran”.
Es la sensación del gerente de un mítico bar de tapas y desayunos de San Fernando que se mostraba “feliz e ilusionado” por la reapertura pero que sigue con el miedo de qué será en el futuro más inmediato.
Sensaciones contradictorias en una ciudad que sigue cerrada perimetralmente pese a haber bajado de los 500 contagios por cada cien mil habitantes este sábado (470). Sus números son más que positivos como otras localidades gaditanas que también se han sumado a esta apertura de comercios que muchos confían sea definitiva con la vacuna en marcha desde hace mes y medio.
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