
Hace seis años que Juan Carlos Aragón cruzó la frontera de la vida hacia la eternidad. Se fue el hombre, pero quedó el verbo. Juan Carlos Aragón, autor, filósofo, poeta y revolucionario de la palabra, el gaditano que convirtió el Carnaval en una trinchera de versos.
“Que levante la mano la guitarra”, clamaba su copla, y la guitarra sigue en alto, temblando con cada compás que lleva su sello.
Su obra no fue solo música: fue consuelo, bandera y refugio. Para muchos, también salvación. Sus comparsas eran un espejo valiente donde el pueblo se reconocía con orgullo, con dignidad, con coraje. Y a veces, con lágrimas.
Y bendita enfermedad la que nos dejó, la que aún arde cuando suenan sus acordes. Porque si al caminar por las calles de Cádiz, camino del Falla, el corazón te palpita de esa manera canalla, es que su magia sigue viva.
Cádiz resiste con su voz, y con ella resisten quienes encontraron en sus letras la fuerza para seguir adelante.
Hoy, 6 años después, sigo dándole gracias a Juan Carlos por enseñarme a resistir… llena de juventud, llena de Carnaval.
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