De estar peleando por la permanencia en Primera División a estar rozando las posiciones de descenso a Primera Federación. Así de fácil y gráfico es el balance puramente deportivo del 2024 en el Cádiz CF. Un año para olvidar en el que se consumaron varios fracasos: la pérdida de la máxima categoría, la incapacidad de realizar una necesaria regeneración en la plantilla durante el mercado de verano, los errores de Paco López en la gestión de un vestuario que se olvidó de competir en Segunda y, en definitiva, el paso de hasta cuatro entrenadores en 365 días por la Tacita de Plata.
El último, Gaizka Garitano, abre una ventana de esperanza para el nuevo año tras sus primeras actuaciones, aunque aún es muy pronto para extraer conclusiones sólidas de la era del vasco en el banquillo amarillo más allá de su conocimiento de la categoría y su capacidad para haber convertido un bloque muy vulnerable en uno mucho más fiable en facetas defensivas. En este mundo cortoplacista y carente de memoria, quizás el cadista promedio se vaya a las fiestas navideñas con un buen sabor de boca, pero es obligatorio el exhaustivo análisis de un año en el que todo lo que se podía hacer mal se ha hecho peor todavía, y en el que se ha fallado hasta en aquello que parecía que se acertaba, como ocurrió con el aterrizaje de Paco López.
La caída de Sergio González y la incapacidad de Pellegrino para sacar provecho de una plantilla limitada
Rebobinemos unos meses. Arrancaba 2024 y las cosas en el Cádiz de Sergio González llevaban varias jornadas tambaleándose. Mientras un amplio sector de la afición ya clamaba por su destitución, Manuel Vizcaíno confiaba ciegamente en el técnico catalán. Pero llegó la debacle en Granada (2-0) y la situación pasó a ser insoportable. La maquinaría amarilla se ponía en marcha en busca de un nuevo entrenador que llegó dos semanas más tarde, tiempo suficiente para que Sergio confirmase que era incapaz de darle la vuelta a la tortilla (1-4 en el Mirandilla contra el Valencia y 1-0 a domicilio frente al Alavés). En su lugar llegó Mauricio Pellegrino, que asumió el reto de buscar un nuevo milagro con una plantilla bajo mínimos, con varios jugadores lejos de su mejor nivel y otros totalmente desaparecidos y, por si fuera poco, tragándose tres fichajes de invierno de difícil digestión.
Le dio minutos a Rominigue Kouamé, encontró en Maxi Gómez su apuesta y otorgó los minutos que parecían innegociables para el único jugador diferencial en los últimos metros: Robert Navarro. Pero el equipo no dio el nivel, falló en las citas importantes y tan solo proyectó una pequeña esperanza en las últimas jornadas (como sería la liga para que aquel Cádiz llegase vivo al tramo final) cuando se topó con equipos que ya pensaban en las vacaciones. Ante Las Palmas, en el Nuevo Mirandilla, se consumó el descenso de categoría.
Paco López, la gran apuesta que se fue diluyendo
Manuel Vizcaíno buscó un golpe de efecto y puso a todos de acuerdo con la incorporación de Paco López. El valenciano generó unanimidad en todos los sectores que rodean al Cádiz, pero el paso de las veraniegas semanas ya dejaba entrever que poco iba a cambiar en cuanto a regeneración deportiva. Pocas salidas, muchas renovaciones de difícil explicación, nulo interés en los supuestos activos del club, amplía mayoría de llegadas a coste cero y una pretemporada chapucera por culpa de la planificación y las lesiones que culminó con el espantoso cero a cuatro inicial contra el Real Zaragoza.
Desde entonces, Paco López jamás dio con la tecla y preparó a un equipo de naturaleza defensiva para el ataque, y creó al Cádiz más vulnerable, frágil y débil que se recuerda este siglo. Una metralleta de decepciones que finalizaron con la etapa del de Silla en la Tacita de Plata tras la derrota en Elche. El año llegaba a su fin y Manuel Vizcaíno, que tanto ha presumido de su confianza en los entrenadores y en la duración de los proyectos dentro de un mundo impaciente, se veía obligado a contratar al cuarto entrenador de 2024: Gaizka Garitano. Parece que el vasco ha logrado devolver la fiabilidad defensiva a los amarillos, y tiempo tiene hasta el 12 de enero que llegue el Levante al Mirandilla para añadir de forma más pronunciada su sello de identidad a la plantilla. 2025, allá vamos.
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